Teoponte, el holocausto olvidado

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Autor
Quiroga Bonadona, María René
ISBN
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Localizador
Bib-01/1
Núm. Páginas
236 pp.
Datos de Edición
La Paz: Remaar, 2005.
Contenido
Si hay una historia que conmueve, de las muchas dolorosas del siglo pasado, es la biografía de los hermanos Quiroga Bonadona, asesinados por el odio, cuando ellos sólo buscaban más amor para el mundo; atormentados por las mentiras y los engaños, cuando ellos partieron convencidos que todos los del grupo eran iguales de sinceros; torturados por el hambre, por lo mezquino, por los equívocos, porque cuando se crece siendo amado y amando es difícil imaginar toda la maldad que hay en el mundo.

Los seis hijos fueron criados igual, recorriendo Bolivia por los puestos militares del papá, respetando a la familia y a los valores de la vecindad, porque así les enseñaba la mamá.

Hijos de la Revolución del 52, como tantos otros jóvenes de los rebeldes 60/70, crecieron escuchando los relatos del Chaco sediento y ensangrentado, de la Patria inconclusa, de los mineros insurrectos, de las barzolas combativas, de las haciendas con patrones blancos y siervos indígenas.

Igual que para otros estudiantes de las universidades, la Revolución Cubana fue una luz, un faro convocando a crear nuevos focos guerrilleros. Más aún, después del asesinato del mayor icono de los comandantes guerrilleros latinoamericanos, Ernesto "Che" Guevara, derrota militar del movimiento de Ñancahuazú, victoria política porque con las muertes físicas no mataron las ideas políticas. El ideario del Che fue cátedra clandestina en la mayoría de las universidades de los países de la periferia imperial o colonial. Los hermanos Quiroga Bonadona fueron parte de los convencidos con el ideal de crear un "Hombre Nuevo".

Eran los años de Viet Nam; de los vietcong, nuevos espartacos, venciendo con sus cordeles envenenados, sus trampas sencillas, su arroz sin condimentos, al más poderoso ejército global. Las plazas de todo el mundo se llenaban de muchachos y muchachas, de melenas y minifaldas, con flores en las manos y con armas en la cabeza, uniendo voces para que las tropas estadounidenses salgan de la Indochina. Para que en otras partes del mundo se creen "dos, tres, muchos Viet Nams".

Por ello, una de las primeras tareas de los nuevos combatientes del Ejército de Liberación Nacional, ELN, reconstruido por Guido "Inti" Peredo, fue burlar a la policía militar y subir hasta la punta del Obelisco, en La Paz, la bandera roja ardiente para rendir homenaje a Ho Chi Min.

En Roma, el Papa Juan XXIII, obrero de manos y de pensamiento, alentaba una Iglesia Católica diferente, más cercana a las enseñanzas de Jesús, más abierta a otras ideas y a otras iniciativas, donde la disciplina no se confunda con el dogma. En América Latina, Medellín y luego Puebla marcaban otro discurso cristiano. Los albores de la Teología de la Liberación, amamantada en este continente, también influyó espiritualmente en los estudiantes, en los jóvenes y muchos de los que partieron a la guerrilla de Teoponte, venían de esos credos, de esas alianzas de comunistas con cristianos de comunidades de base.

Así, palmo a palmo, entretejiendo los sucesos en Bolivia con los combates en el mundo, tres hermanos de familia chuquisaqueña partieron un 18 de julio de 1970 con sus mochilas al hombro, listos para dar su vida por los demás: Emilio, el mayor, apenas había pasado los 30 años; con él partieron sus hermanos menores Eduardo y Adolfo, dirigentes universitarios. Los otros tres hermanos, Julio y dos mujeres quedaron como parte de la retaguardia.

De la presentación de Lupe Cajias
La Paz, abril de 2005.