Chile en la hoguera

Este es un testimonio de muchas voces, el eco plural de una tragedia que sacudió a millones, el registro de la barbarie de unos pocos. Es un relato que se fue armando como un mosaico, en base a lo que dijeron —o no dijeron— los propios personajes que figuran en él.

No había otra manera de escribir este libro: ¿Quién podría inventariar, él solo, lo que sucede en su país despedazado por la bota militar, desconectadas sus provincias entre sí, sometido a estado de sitio y toque de queda? ¿Dónde informarse cuando la censura bloquea todo tráfico de noticias o de ideas y los polizontes escuchan hasta la respiración agitada? ¿Cómo estar en todas partes de Chile asaltado por su propio ejército, si no se puede permanecer seguro en ninguna? Pese a todo, este libro se concluyó en el exilio, entrelazando a las experiencias directas del autor — a materiales sacados clandestinamente— entrevistas y documentos obtenidos en Buenos Aires y México; París y Roma. La tragedia de Chile es hoy una imagen fragmentada, que es preciso reconstruir.

Todo indica que los asaltantes del poder aumentarán la furia de su represión a medida que los problemas sociales que intentan comandar escapen más y más a su control, como ya está sucediendo; a medida que su propia ineficiencia de tonton-macutes dispuestos a matar, pero incapaces de dirigir un país, vaya quedando en manifiesto. Nunca erradicarán a todos sus opositores, que se renuevan con más velocidad que sus desaciertos y brutalidades. Pero pasarán largos, muy largos meses aún, antes de que la Junta Militar chilena sea derrocada. Ni la repulsa internacional, ni sus propias contradicciones, ni sus errores, ni sus desbordes, serán suficientes para tumbarla. Sólo la lucha tenaz y heroica del pueblo chileno podrá restablecer la libertad en Chile.

Ese día llegará. Los partidos allendistas, los sindicatos, las federaciones estudiantiles, los comités vecinales, los centros femeninos, en la ciudad y en el campo, están renaciendo, reagrupándose, resurgiendo, recomenzando: combatiendo. Junto a ellos hay nuevos sectores políticos, sacudidos por el dolor y la sangre, fundamentalmente demócratacristianos, que sienten igualmente las bayonetas en las costillas, como sus camaradas de la Unidad Popular. Es una lucha larga, que finalmente será victoriosa.

Pero este libro no es un anticipo, sino un recuento. Empieza con los últimos días de Allende, registra el vaivén histórico que precedió a su caída, sigue con el asalto al palacio presidencial, relata las operaciones militares, se sumerge en las moradas del espanto (los sitios provisionales de encarcelamiento), analiza los por qué de la violencia militar, detalla esa represión obsesionante, borra el "Plan Z", se descubre ante la tumba de Neruda y repele el saqueo a la cultura, para finalmente mostrar unos sucios billetes manchados de sangre: el precio económico pagado por un pueblo obligado por los militares a regresar desde las antesalas del socialismo al patio trasero del librecambio.

Chile era, durante los mil días de Salvador Allende, un experimento y una esperanza. El que sigue es un testimonio desengañado sobre el fascismo en América Latina.

Del prólogo de Camilo Taufic