País
El fulgor insomne
La vida de Marcelo Barrios
Biblioteca
Fondos bibliográficos
Autor
Guajardo, Ernesto
ISBN
--
Localizador
Bib-01/2
Núm. Páginas
191 pp.
Procedencia
Donación de Ernesto Guajardo
Datos de Edición
Valparaíso: Ediciones MemoriActiva, 2000.
Contenido
Este es un libro urgente. Las palabras corrieron para alcanzar el tren interminable de la memoria. Escribir la vida de Marcelo Barrios es, en gran medida, esbozar la vida de toda una generación; es escribir un poco la propia vida.
Los primeros años de la década de los noventa, la sensación de culpa me acompañaba: sí en realidad fuera cierto que los sobrevivientes somos nosotros deberíamos preguntamos las causas de nuestra fortuna, o de nuestras correspondientes cobardías. Ahora comprendo que la sobrevida no es una traición, una burla o un abandono. La sobrevida es sólo una breve etapa, que nos reinstala en el camino de siempre. La senda iniciada de antaño, y recorrida por los nuestros. Un tránsito que impone nuevas tareas, cariños y anhelos. Por ello, escribir estas páginas es un ejercicio ante el espejo.
Con Marcelo compartimos la misma fecha de nacimiento, día, mes y año. Sin conocernos en las décadas del odio y el miedo, realizamos prácticamente los mismos recorridos. De ahí que sea violento y dulce enfrentarse a la labor de reescribir la vida de Marcelo; la primera escritura la realizó él mismo.
Este libro es el resultado de la unión de muchísimos fragmentos, retazos, ráfagas de recuerdos. Son tantos los poemas, actos de homenaje, notas breves -escritas en pequeños trozos de papel-, que fue imposible dar cuenta de todos ellos. Por ejemplo, cuando se finalizaba este libro, continuaban llegando informaciones: entre ellas, la existencia de una brigada muralista -a principios de los años noventa- con el nombre de Marcelo, en la población La Pincoya, en Santiago; o bien la realización de un campeonato de baby-fútbol, que también lleva su nombre, en la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso. Sin embargo, la posibilidad de acceder a la mayor parte de estos registros de las memorias se le debe, fundamentalmente, a la familia de Marcelo Barrios.
Su madre, Sara Andrade, sus hermanos -Gladys, Carmen, Guillermo, Marco-, así como Sonia, y varios otros nombres que acompañan este proyecto, son las personas a quienes se les debe agradecer la realización de este libro. Su férrea voluntad, su terca lucha por la verdad y la justicia, su amorosa y sólida memoria, son los pilares sobre los cuales se escriben estas páginas. Por ello, este libro pertenece -en primer lugar- a ellos; luego, le pertenece a todos quienes conocieron a Marcelo y mantienen vivo su recuerdo, así como a quienes acogen en su cuerpo la memoria de los años recientes y con ella, resisten cotidianamente la mediocridad, la hipocresía y la violencia de un sistema injusto.
Marcelo ofrendó su vida por los pobres y marginados de este país, no lo hizo por una bandera determinada, aun cuando muriera bajo ella. De ahí que el anhelo es que los postergados de siempre, puedan conocer la vida y obra de alguien que siempre estuvo a su lado.
El poeta mapuche Elicura Chihuailaf dice que nosotros morimos tres veces: la primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que nos sobreviven y la tercera en sus memorias. Pero el ejercicio de la memoria no se realiza sólo hacia lo que existe más allá de nuestra piel. El recuerdo es, también, el instante en que nos encontramos nosotros en nosotros mismos. En ese sentido, es el momento en que contemplamos, en un espejo invisible, nuestra propia nuestra identidad, el sentido verdadero de nuestros pasos. Recordar lo vivido es definir qué vida se desea vivir.
Por último, escribir este libro fue un oficio que supo del dolor, pero también de mucha rabia. Surgieron lágrimas, y enormes ganas de golpear murallas. Pero no podemos recordar a Marcelo desde esos sentires; todos los testimonios coinciden en destacar su alegría, y creo que ese es el mejor homenaje que le podemos brindar: continuar el camino iniciado, con una convicción llena de alegría. Como Julius Fucik, escritor checoslovaco, asesinado por los nazis, pidió que se le recordara:
"Yo he pensado siempre en lo triste que resulta ser el último soldado herido en el corazón, por la última bala y en el último minuto. Pero alguien tiene que ser este último. Si supiera que puedo ser yo, querría serlo, aún ahora.
A los camaradas que sobrevivan a esta batalla les estrecho fuertemente la mano... nosotros hemos cumplido con nuestro deber.
Y lo repito una vez más: he vivido por la alegría. Por la alegría he ido al combate, y por la alegría muero. Que la tristeza no sea unida nunca a mi nombre".
Ernesto Guajardo
Los primeros años de la década de los noventa, la sensación de culpa me acompañaba: sí en realidad fuera cierto que los sobrevivientes somos nosotros deberíamos preguntamos las causas de nuestra fortuna, o de nuestras correspondientes cobardías. Ahora comprendo que la sobrevida no es una traición, una burla o un abandono. La sobrevida es sólo una breve etapa, que nos reinstala en el camino de siempre. La senda iniciada de antaño, y recorrida por los nuestros. Un tránsito que impone nuevas tareas, cariños y anhelos. Por ello, escribir estas páginas es un ejercicio ante el espejo.
Con Marcelo compartimos la misma fecha de nacimiento, día, mes y año. Sin conocernos en las décadas del odio y el miedo, realizamos prácticamente los mismos recorridos. De ahí que sea violento y dulce enfrentarse a la labor de reescribir la vida de Marcelo; la primera escritura la realizó él mismo.
Este libro es el resultado de la unión de muchísimos fragmentos, retazos, ráfagas de recuerdos. Son tantos los poemas, actos de homenaje, notas breves -escritas en pequeños trozos de papel-, que fue imposible dar cuenta de todos ellos. Por ejemplo, cuando se finalizaba este libro, continuaban llegando informaciones: entre ellas, la existencia de una brigada muralista -a principios de los años noventa- con el nombre de Marcelo, en la población La Pincoya, en Santiago; o bien la realización de un campeonato de baby-fútbol, que también lleva su nombre, en la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso. Sin embargo, la posibilidad de acceder a la mayor parte de estos registros de las memorias se le debe, fundamentalmente, a la familia de Marcelo Barrios.
Su madre, Sara Andrade, sus hermanos -Gladys, Carmen, Guillermo, Marco-, así como Sonia, y varios otros nombres que acompañan este proyecto, son las personas a quienes se les debe agradecer la realización de este libro. Su férrea voluntad, su terca lucha por la verdad y la justicia, su amorosa y sólida memoria, son los pilares sobre los cuales se escriben estas páginas. Por ello, este libro pertenece -en primer lugar- a ellos; luego, le pertenece a todos quienes conocieron a Marcelo y mantienen vivo su recuerdo, así como a quienes acogen en su cuerpo la memoria de los años recientes y con ella, resisten cotidianamente la mediocridad, la hipocresía y la violencia de un sistema injusto.
Marcelo ofrendó su vida por los pobres y marginados de este país, no lo hizo por una bandera determinada, aun cuando muriera bajo ella. De ahí que el anhelo es que los postergados de siempre, puedan conocer la vida y obra de alguien que siempre estuvo a su lado.
El poeta mapuche Elicura Chihuailaf dice que nosotros morimos tres veces: la primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que nos sobreviven y la tercera en sus memorias. Pero el ejercicio de la memoria no se realiza sólo hacia lo que existe más allá de nuestra piel. El recuerdo es, también, el instante en que nos encontramos nosotros en nosotros mismos. En ese sentido, es el momento en que contemplamos, en un espejo invisible, nuestra propia nuestra identidad, el sentido verdadero de nuestros pasos. Recordar lo vivido es definir qué vida se desea vivir.
Por último, escribir este libro fue un oficio que supo del dolor, pero también de mucha rabia. Surgieron lágrimas, y enormes ganas de golpear murallas. Pero no podemos recordar a Marcelo desde esos sentires; todos los testimonios coinciden en destacar su alegría, y creo que ese es el mejor homenaje que le podemos brindar: continuar el camino iniciado, con una convicción llena de alegría. Como Julius Fucik, escritor checoslovaco, asesinado por los nazis, pidió que se le recordara:
"Yo he pensado siempre en lo triste que resulta ser el último soldado herido en el corazón, por la última bala y en el último minuto. Pero alguien tiene que ser este último. Si supiera que puedo ser yo, querría serlo, aún ahora.
A los camaradas que sobrevivan a esta batalla les estrecho fuertemente la mano... nosotros hemos cumplido con nuestro deber.
Y lo repito una vez más: he vivido por la alegría. Por la alegría he ido al combate, y por la alegría muero. Que la tristeza no sea unida nunca a mi nombre".
Ernesto Guajardo