País
Castro, el Kremlin y el comunismo en América Latina
Biblioteca
Fondos bibliográficos
Autor
Jackson, Bruce
ISBN
--
Localizador
Bib-01/3
Núm. Páginas
153 pp.
Datos de Edición
Buenos Aires: Ediciones Libera, 1973.
Contenido
A juicio de los Estados Unidos, la guerra fría ha sido una lucha destinada principalmente a contener el expansionismo soviético. En sus comienzos, el comunismo internacional fue considerado como un instrumento de la política soviética. A medida que las diferencias entre Moscú y los Estados y partidos comunistas extranjeros se hicieron ostensibles — señaladamente en el caso de China— resultó poco menos que imposible comprender el significado del comunismo internacional y su relación con el poder y la política soviéticos a la
luz de las antiguas categorías de análisis. Desde el punto de vista de su impacto sobre la guerra fría —o lo que de ella subsiste—, la creciente heterogeneidad del comunismo en el Tercer Mundo reviste particular interés por el hecho de que presumiblemente en esas regiones se centran las mayores posibilidades de expansión del comunismo.
Queda por ver si las especiales posiciones nacionales, sociales y políticas de los Estados y partidos comunistas del Tercer Mundo facilitarán o impedirán su conquista del poder. Lo que sí está ya a la vista es que este separatismo ha agudizado algunos viejos escollos de la Unión Soviética en cuanto a sus esfuerzos por armonizar su posición de gran potencia con los intereses y aspiraciones locales de Estados y partidos comunistas independientes.
Los escollos con que tropieza en la América latina son particularmente irónicos, pues con excepción de China, Cuba es el único Estado no comunista que después de la Segunda Guerra Mundial ha tenido la experiencia de una revolución comunista triunfante. Y aun cuando los logros de Fidel Castro nada deben a la ayuda soviética, éste alineó ostensiblemente a Cuba junto a Moscú.
Sin embargo, a partir de esa transformación, las discrepancias entre las políticas e intereses cubanos y soviéticos en América latina se han ido acentuando. Tales diferencias se complican por la nueva izquierda latina: el surgimiento de grupos revolucionarios románticos que no guardan afinidad alguna con los antiguos partidos comunistas del área en cuestión.
El señor Jackson ofrece aquí una singular y penetrante visión de las contradicciones y sutilezas de la vinculación resultante entre los gobiernos de Moscú, La Habana y América latina. Al esclarecer la confluencia de estos elementos en Venezuela, nos muestra un panorama del comunismo internacional en un aspecto de la política internacional que muy poco se asemeja a la conocida imagen de la guerra fría.
Robert E. Osgood
Director Centro de Investigaciones de Política Exterior, Washington
Julio de 1968
luz de las antiguas categorías de análisis. Desde el punto de vista de su impacto sobre la guerra fría —o lo que de ella subsiste—, la creciente heterogeneidad del comunismo en el Tercer Mundo reviste particular interés por el hecho de que presumiblemente en esas regiones se centran las mayores posibilidades de expansión del comunismo.
Queda por ver si las especiales posiciones nacionales, sociales y políticas de los Estados y partidos comunistas del Tercer Mundo facilitarán o impedirán su conquista del poder. Lo que sí está ya a la vista es que este separatismo ha agudizado algunos viejos escollos de la Unión Soviética en cuanto a sus esfuerzos por armonizar su posición de gran potencia con los intereses y aspiraciones locales de Estados y partidos comunistas independientes.
Los escollos con que tropieza en la América latina son particularmente irónicos, pues con excepción de China, Cuba es el único Estado no comunista que después de la Segunda Guerra Mundial ha tenido la experiencia de una revolución comunista triunfante. Y aun cuando los logros de Fidel Castro nada deben a la ayuda soviética, éste alineó ostensiblemente a Cuba junto a Moscú.
Sin embargo, a partir de esa transformación, las discrepancias entre las políticas e intereses cubanos y soviéticos en América latina se han ido acentuando. Tales diferencias se complican por la nueva izquierda latina: el surgimiento de grupos revolucionarios románticos que no guardan afinidad alguna con los antiguos partidos comunistas del área en cuestión.
El señor Jackson ofrece aquí una singular y penetrante visión de las contradicciones y sutilezas de la vinculación resultante entre los gobiernos de Moscú, La Habana y América latina. Al esclarecer la confluencia de estos elementos en Venezuela, nos muestra un panorama del comunismo internacional en un aspecto de la política internacional que muy poco se asemeja a la conocida imagen de la guerra fría.
Robert E. Osgood
Director Centro de Investigaciones de Política Exterior, Washington
Julio de 1968