DEL ARRABAL CANGREJERO A LA LUCHA ARMADA: ENTREVISTA A SOTERO, COMBATIENTE PUERTORRIQUEÑO DE LAS DÉCADAS 70 Y 80
Por Guillermo Morejón Flores
PRESENTACIÓN
“¡No te vayas a creer que estoy aquí clandestino! ” me dijo Sotero riéndose, al ver mi cara de citadino confundido cuando por fin logré llegar a su casa, en una zona rural de Puerto Rico, allá para principios de 2016. Entre café y café, conversamos por varias horas sobre temas de mutuo interés: la historia de Puerto Rico, del movimiento independentista, del movimiento obrero, historia reciente latinoamericana, asuntos de actualidad. Obrero diestro, uno entre varios hijos e hijas de una ama de casa y un obrero oficinsta del sur, establecidos en la zona metropolitana de San Juan a raíz del decaimiento del sector agrícola. Comenzando con su niñez a finales de la década de 1940, en los barrios y arrabales de Santurce, Sotero me compartió algunas de sus memorias. Lo que sigue es una versión editada, de por sí extensa, de aquella entrevista.
La historia de este excombatiente, autodidacta y de una memoria privilegiada, hilvana un periodo crítico de la lucha armada clandestina. La crisis del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), organización político-militar, entre los años 1976-77, fue el preludio a una reconfiguración del clandestinaje. El éxodo de combatientes del PSP contribuyó al surgimiento del PRTP-EPB Macheteros y de al menos tres grupos armados adicionales en los años siguientes. Sotero se inserta como militante periférico del aparato militar del PSP, y luego de aquella crisis, como cuadro intermedio de los Macheteros hasta la segunda mitad de la década de 1980.
El contacto con Sotero, así como con otros y otras excombatientes y militantes, se concretó en parte gracias a la difusión de un trabajo reciente. En el mismo propongo, en apretada síntesis, una periodización del ciclo de lucha armada que inició en Puerto Rico a partir de 1959, coincidiendo con el influjo de la Revolución Cubana y con la rearticulación del independentismo e izquierda puertorriqueña en esos años. El periodo de represión y reflujo organizativo que siguió a la derrota de la Insurrección nacionalista (1950); el establecimiento del Estado Libre Asociado (ELA, 1952); así como un rápido desarrollo industrial dependiente, fueron (parte del) telón de fondo a aquella rearticulación y relevo generacional. Quedó configurada en dicho contexto la nueva lucha de independencia, contemporánea de la nueva izquierda e izquierda revolucionaria en la región. Argumenté que las herramientas teórico-metodológicas de la historia oral y de vida resultarían útiles para estudiar a los y las combatientes y militantes de carne y hueso: su racionalización de la violencia, las dinámicas de género al interior de las estructuras armadas, las particularidades regionales, por nombrar algunos ejemplos. Todo ello complementaría las voces autorizadas de las direcciones políticas plasmadas en comunicados, boletines, panfletos y demás. Ayudaría, también, a superar los relatos victimistas y legalistas, tan comunes a la hora de abordar la militancia independentista de estas décadas.
Dada la persistencia de la situación colonial, las agencias represivas federales que han acosado históricamente al independentismo y al movimiento obrero siguen presentes y activas en Puerto Rico. Tanto el FBI como la Inteligencia Naval de la Marina de Guerra (US Navy) han desarrollado importantes operativos contra el independentismo durante los últimos años, con toda la anuencia y colaboración de las administraciones coloniales. El 23 de septiembre de 2005, día en que se conmemora el Grito de Lares –la 1ra Proclamación de la República (1868), derrotada, contra España– el Responsable General de los Macheteros, Filiberto Ojeda Ríos, cayó en combate contra un batallón de agentes estadounidenses del FBI. Tan reciente como abril de 2016, conocidos militantes, algunos de ellos ex prisioneros políticos, fueron obligados a entregar muestras de su ADN, presumiblemente para intentar vincularles a acciones armadas que datan de más de tres décadas. La lucha por la independencia continúa, y con toda probabilidad continuará generando represión.
Por todo lo anterior, historiar las caras clandestinas de la lucha independentista presenta retos éticos y metodológicos considerables. Sin embargo, sostengo que es necesario hallar un balance entre seguridad individual y memoria histórica. Las nuevas generaciones tenemos –y tendrán– la necesidad de conocer su tradición de lucha, y no serán las instituciones educativas coloniales quienes se encarguen de ello. Como si no hubieran entregado ya lo suficiente, aquellos y aquellas combatientes y militantes que arriesgaron todo por un país distinto, nos deben algo más: sus historias.