Así como la comunidad parece haber olvidado lo acaecido (el deseo del olvido, diríase), en mi memoria se mezclan fechas y lugares. No es ésta, pues, solamente mi propia historia. Leerán aquí, mezcladas e indistinguibles, las historias y anécdotas de varios militantes de la organización (amigos y compañeros), sus accionares, su locura, su humor, sus palabras y escritos, nuestro amor, su dolor y el mío y, en algunos casos, su muerte. Pero a lo largo de estos millares de días he descubierto que todos ellos siguen siendo yo. Y el que soy, en resumen, es un compendio –seguramente pobre y limitado- de lo que ellos y yo fuimos una vez. Voy a contarles entonces de esta manera, en primera persona y desoyendo los consejos literarios de cualquier escritor que se precie de tal, parte de lo que recordamos (de lo que soportamos recordar) de la década mas larga y más vertiginosa de nuestro triste siglo: esa en que decidimos que el mundo podía ser transformado, y que nosotros teníamos todas las respuestas que valía la pena conocer. Y también -desordenadamente, me temo-, mezclando charlas entre amigos con versos, canciones y cuentos, la cosa (o las cosas) en las que algunos de nosotros nos hemos convertido en los años que siguieron . Porque nada mejor que la palabra escrita para conocer realmente al que la escribe. Pues, diría el tano Guareschi, si eso escribimos, es que eso somos y al que le guste, bien. Y el otro ¿quién carajo se cree?