Paredón y después (Los corderos mueren en silencio)

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Autor
Enrique Gil Ibarra
Contenido
Para empezar (a manera de prefacio)
 
 Así como la comunidad parece haber olvidado lo acaecido (el deseo del olvido, diríase), en mi memoria se mezclan fechas y lugares. No es ésta, pues, solamente mi propia historia. Leerán aquí, mezcladas e indistinguibles, las historias y anécdotas de varios militantes de la organización (amigos y compañeros), sus accionares, su locura, su humor, sus palabras y escritos, nuestro amor, su dolor y el mío y, en algunos casos, su muerte. Pero a lo largo de estos millares de días he descubierto que todos ellos siguen siendo yo. Y el que soy, en resumen, es un compendio –seguramente pobre y limitado- de lo que ellos y yo fuimos una vez.
 Voy a contarles entonces de esta manera, en primera persona y desoyendo los consejos literarios de cualquier escritor que se precie de tal, parte de lo que recordamos (de lo que soportamos recordar) de la década mas larga y más vertiginosa de nuestro triste siglo: esa en que decidimos que el mundo podía ser transformado, y que nosotros teníamos todas las respuestas que valía la pena conocer. Y también -desordenadamente, me temo-, mezclando charlas entre amigos con versos, canciones y cuentos, la cosa (o las cosas) en las que algunos de nosotros nos hemos convertido en los años que siguieron . Porque nada mejor que la palabra escrita para conocer realmente al que la escribe. Pues, diría el tano Guareschi, si eso escribimos, es que eso somos y al que le guste, bien. Y el otro ¿quién carajo se cree?
 
 Enrique Gil Ibarra